«La especialización requerida para teñir, junto con las tradiciones celosamente guardadas, han hecho del teñido una actividad mágica.
Esto se incrementa en el caso de la técnicas de amarras por el factor sorpresivo y/o sabor de lo inusitado del resultado, ya que todo artista tintorero conoce la característica azarosa de su trabajo.
El teñido por amarras ofrece una particular oportunidad para comunicar las vivencias del tintorero, que quedan acalladas cuando las imágenes son productos del proceso del tejido, en que los hilados teñidos quedan sometidos a la virtuosidad de otro especialista: el tejedor.
En el tejido, las imágenes son producto del orden establecido por las estructuras, de modo que el color tiene presencia según la estructura lo permita. En el teñido, las imágenes están determinadas por el color y la sabiduría del tintorero como creador de formas. Esto hace que en su mensaje el protagonista sea el color. Sólo la persona que tiñe tiene la posibilidad de ver durante el proceso los colores reales que intervinieron en el teñido. La suma de los colores en los sucesivos baños proporciona al espectador una información diferente de la que el tintorero manejó. Por ejemplo, al observar un rojo que fue teñido sobre un primer baño de amarillo, no conocemos el rojo real empleado para teñir.»
Paulina Brugnoli y Soledad Hoces de la Guardia, extracto de Amarras: el arte de teñir en los Andes prehispánicos.